Con 49 personas, la islandesa tendrá la puesta en escena más numerosa de la cita.
Puede que Foo Fighters venga en la cima de su popularidad, que Joan Jett aterrice en plan de resurrección o que Skrillex pase por Santiago con la crítica internacional a sus pies. Pero hay un podio que casi no se discute: la islandesa Björk trae el show más complejo y ambicioso de la segunda edición del festival Lollapalozza Chile, a realizarse el 31 de marzo y el 1 de abril en el Parque O'Higgins. Al menos, en términos escénicos y técnicos.
Porque la cantante -materializando su eterna chapa de musa multimedia y diva high tech- ya envío las peticiones generales a los productores locales de la cita, denotando números voluminosos. Por ejemplo, su show, agendado para cerrar la primera jornada, tendrá a 49 personas sobre el escenario, desglosadas en 28 coristas y otros 21 integrantes, entre músicos y bailarines. El resto son técnicos y encargados de montaje.
El numeroso coro juega un papel fundamental. En gran parte del show secunda las espaldas de la cantante y se mueve como una fuerza dinámica casi independiente, como una suerte de gospel futurista, aportando mayor vigor en temas de su vida más noventera, como Isobel, Jóga o Hyperballad. Para sus creaciones más recientes, del álbum Biophilia (2011), la atmósfera es más austera -acorde también con el perfil de la producción- y se complementa con decorados electrónicos de corte espectral y ritmos de baja frecuencia. Una suerte de hipnosis sostenida por su agudo timbre vocal. La otra gran fortaleza del espectáculo se sustenta en una gigantesca pantalla led, ubicada en la parte trasera, la que proyecta desde imágenes oníricas hasta secuencias que ilustran los diversos capítulos de su trayectoria. Todo con un look contrapuesto al de sus últimos años, con el pelo color zanahoria y vestimentas de brillo metálico.
Pese a que ya adelantó su performance en varias fechas por Europa durante el último semestre, se espera que en Santiago ofrezca un recital con matices distintos. Además, ya estableció que su duración será de 90 minutos, lo que capitaliza una de las presentaciones más extensas del evento. Antes de su tercera vez en la capital, la islandesa tendrá una tanda de 10 presentaciones en Nueva York, las que inauguran una temporada 2012 que, tras Chile, continuará por Europa.
De alguna manera, el único invitado en Lollapalooza Chile que puede competirle en el ítem de envergadura técnica es Foo Fighters. Pero en un código situado en las antípodas: bajo la grandilocuencia rockera de quienes ambicionan convertirse en la banda más intensa del planeta. Sin tantos detalles escénicos y sólo con sus cinco músicos bajo los focos, los estadounidenses cerrarán el día final y solicitaron un escenario de mayores dimensiones a las que utilizará el resto de los invitados. Además y tal como lo mostraron en su tour del año pasado, se planea que la tarima incluya una pasarela que desemboca en el público, donde su líder todopoderoso, el cantante Dave Grohl, se acerca a interpretar con sus fieles, los mira desde las alturas, desenfunda anécdotas de largo aliento y hasta despacha un breve set acústico en el tramo final.
Según estimaciones aparecidas en medios especializados, su escenario tiene un largo de cerca de 40 metros y pesa más de 100 toneladas. Eso sí, en minutos de duración, nada vence a los hombres de Everlong: su espectáculo está contemplado para cerca de tres horas, con un promedio de 24 canciones. Entre ellas, no es descabellado aventurar un tema compartido con Joan Jett, cantante que ha aparecido como invitada en varios de los últimos conciertos del grupo -incluyendo un paso por el Madison Square Garden- y que en Santiago se presentará durante el mismo día.
Otros artistas de vistosa puesta en escena, aunque sin la monstruosidad de los principales protagonistas de cada velada, serán el dúo de DJ Thievery Corporation, la diva del electroclash Peaches y el artista electrónico Pretty Lights.
por Claudio Vergara
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